En la novela se expone que La Última Cena de Leonardo da Vinci contiene una serie de anomalías para el punto de vista de los católicos ortodoxos de la época: no muestra el Santo Grial, ni a Cristo instaurando el Sacramento de la Eucaristía, sino que hace un gesto con las manos parecido a una imposición, idéntico al único sacramento que ejercitaban los cátaros durante sus ceremonias, el Consolamentum. También expone la posibilidad de que los discípulos fueran retratos de importantes heterodoxos de su época. Tampoco la actitud de los Doce en esa composición refleja lo que narran los Evangelios: Juan, el joven discípulo que está sentado junto al maestro, no apoya su cabeza en su pecho, como dice el Nuevo Testamento; más bien, al contrario, parece alejarse de él.
domingo, 16 de octubre de 2011
"La cena secreta" de Javier Sierra
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