Cuando alrededor de 1930, J.R.R. Tolkien comenzó a
escribir El Hobbit, hacía ya diez años que trabajaba en el vasto panorama
mitológico de El Libro de los Relatos, que más tarde se llamaría El
Silmarillion.
Así como esas crónicas tempranas narraban los mitos
inmemoriales de la Primera y Segunda Edad, Tolkien pronto advirtió que El
Hobbit iba ordenándose de algún modo como un relato de la Tercera Edad (Gandalf
habla del Nigromante en las primeras páginas), aunque las inesperadas aventuras
de un pacífico "hombre del campo" no parecieran tener mucha relación
con las vastas y oscuras mitologías de la Tierra Media.
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